2008-08-10

Columna CIUDAD FRAGMENTADA, de Carlos Alberto Franco

CIUDAD FRAGMENTADA

Por: CARLOS ALBERTO FRANCO


Nuestras ciudades viven en la premodernidad, se resisten a articular las actividades que en su interior generan los diferentes usos del suelo y sus potencialidades desaprovechadas y terminamos en el peor de los mundos: jamás superan el atraso y se hace muy poco por diseñar instrumentos de planificación y financiación del desarrollo urbano, en función de acrecentar la riqueza y redistribuirla, organizar el entorno en beneficio de todos y autosostener, en el tiempo, todo un proyecto de infraestructura que la modernice y haga más competitiva. Nos quejamos de que nuestras ciudades no son más que “pueblos grandes”, desordenados y caóticos, inseguros y estéticamente pobres en su silueta vial, espacio público y equipamiento social y cultural, pero no hacemos nada por revertir ese proceso que parece mantenerse en el tiempo y al cual nos acostumbramos, perdiendo el interés para reformularnos preguntas “incómodas” sobre la ciudad que queremos y que siempre se encuentra tan distante de esa utopía deseada, que termina en una frustración más. Muchos nos explicarán que ello obedece a la carencia de recursos económicos, a la inviabilidad financiera y fiscal de nuestros municipios, a la desidia y la ineficiencia de nuestros órganos gubernamentales, y lo anterior es parcialmente cierto. Agregaría que más nocivo y perjudicial es la carencia en proponer y ejecutar un nuevo esquema de desarrollo, más creativo y original, más innovador y arriesgado, mejor planificado y construido con bases sólidas y a partir de la participación ciudadana y la formulación adecuada de proyectos de renovación urbana - que de una vez por todas -, le cambian la imagen a nuestras deterioradas y vergonzantes urbes. ¿Cómo ejecutarlo? Visitemos primero ciudades, ya sean capitales de departamento o ciudades intermedias con características similares y aprendamos de sus experiencias. Luego formulemos diagnósticos que sean acordes con indicadores que nos permitan medir la eficiencia del suelo, la correcta aplicación de normas de ordenamiento territorial, la consulta permanente con empresarios o propietarios del suelo que aspiren a renovar y repotenciar actividades, muchas en franco deterioro, tales como centros comerciales del sector tradicional y vivienda multifamiliar articulada a los mismos y en zonas que hoy muestran altos grados de deterioro. Confrontemos lo nuestro con las experiencias vecinas; vayamos a ciudades como Curitiba en Brasil, Guayaquil en el Ecuador y Medellín y Bogotá, que nos ofrecen excelentes ejemplos sobre cómo transformar el entorno urbano haciéndolo bello y amable, siempre a partir de la cultura ciudadana, del pago de impuestos, de construcción de redes de solidaridad para defender lo público. Así podremos reconstruir nuestro más íntimo entorno barrial y comunal, con orgullo y autoestima y articulándolos a la generación del bien más preciado de una sociedad: la confianza. Todo ello es posible construirlo con herramientas eficaces como la valorización y la plusvalía, en las cuales nuestra ciudad tiene un largo trecho por recorrer. Si en los próximos 5 años logramos invertir $150 mil millones de pesos en 5 macroproyectos urbanos y recuperar siquiera el 60% de dicha inversión con la aplicación de la valorización por beneficio general aplicada a 60 mil predios urbanos, habremos iniciado por fin el paso más importante para despegar y dejar atrás el atraso y el subdesarrollo.


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