2007-03-05

UN “PASE” ENTRE LOS CORRUPTOS,

UN “PASE” ENTRE LOS CORRUPTOS,
POR LA ETICA Y LA MORAL EN LO PUBLICO


GOTAS DE O2.
Por: MANUEL FERNANDO MUÑOZ B.
Marzo 5 de 2007.



Conocido de las mayorías es, que los políticos manejan diversas formas para engañar a sus electores y, para aquellos que aspiran a regir los asuntos públicos, no existe objetivo diferente a obtener su triunfo, pasando por encima, no solo de la ley sino de la ética y la moral.

El pasado viernes por RADIO PALMIRA, el concejal Giovanni Moncayo, invitaba a los palmiranos a que asistieran a la reunión con el candidato a la alcaldía de su grupo político, RAUL ARBOLEDA, con “la canal” dispuesta para libar alcohol y consumir grasas saturadas en cantidades industriales. Me imagino que la pollera colorada – sitio en donde se celebró el aquelarre – quedó indigesta por la presión arterial elevada de los asistentes.

“NADA” e “IMPOSIBLE”, son las palabras que acompañan a estos señores, más aún cuando algunos de ellos, como el señor Arboleda, no tienen más para dar, nunca ha hecho nada y nada puede ofrecer para Palmira. Solo en la mente vacía de estos polítiqueros cabe darle al pueblo “francachela y comilona” para, luego de estar adormecidos por los efectos de la chicha y la saturación de las rellenas y los chicharrones, arrancarles el voto para hacerse a los cargos supremos del Estado.

No se vislumbran cambios en el actuar de quienes han desprestigiado el ejercicio de la política. Tampoco se observan en los pre y/o candidatos que aspiran a ser alcaldes, propuestas serias, viables y responsables de gobierno. Solo aspiran a obtener los votos de cualquier manera, no tienen el más mínimo recato para hacer alianzas hasta con el mismo diablo.

No es falsa ni inocente esta observación. La historia reciente del municipio así lo corrobora. Desafortunadamente para los dirigentes políticos que se dedican a actuar con las mañas y vicios arcaicos, pero permanentes, la sociedad los encuentra sumidos en una sarta de mentiras. Ya no les creen.

Definitivamente sin deliberación no hay prudencia y de acuerdo con Aristóteles, la política y la prudencia coinciden en cuanto a la disposición práctica, verdadera y dirigida al bien; cuando la prudencia – legal, ética y moral – se aplica a la ciudad, se vuelve prudencia política, una virtud que es práctica y deliberativa. La buena deliberación consiste en una rectitud a hacer lo conveniente para el fin dispuesto por la prudencia: “el bien práctico”.

Para Aristóteles, de la costumbre procede la virtud, del hábito por el cual nos comportamos, bien o mal, respecto de las pasiones. Las leyes más importantes son las que están basadas en las buenas costumbres, y el político debe atender a estas, porque en las ciudades los gobernantes hacen buenos ciudadanos, haciéndoles adquirir buenas costumbres y, las buenas costumbres proceden del buen hábito y de la buena disposición del político para con la ética y la moral, cuando ejerce su función como aspirante y gobernante.

Con suficientes argumentos afirmaba Rafael Núñez en 1856, que “la política no se hace con la razón, sino que se hace con los amigos”. Este apotegma ha sido siempre, y es, una constante sine die. Desde la época de la colonia y hasta nuestro tiempo, el poder se obtiene con el apoyo económico de los poderosos y la manipulación de las necesidades del pueblo. En las campañas electorales que se adelantan en la actualidad, recobran vital importancia - para los candidatos - los aliados poderosos dueños de votos, sin importar que estos “amos electoreros” se encuentren, incluso, vencidos por la justicia y condenados como delincuentes, y que, algunos otros se hallen inmersos en procesos disciplinarios y penales, por su presunta participación en reconocidos hechos de corrupción.

Los palmiranos tienen en este momento, en que van a elegir alcalde y concejales, una de las más importantes oportunidades para dar ese primer paso que les permita hacer a un lado a aquellos desprestigiados bandidos de cuello blanco, y recuperar el prestigio de la municipalidad agobiada y maltratada y por otro lado, renovar a su clase dirigente. Es hora de enfrentar el reto con la razón, para obtener el poder por encima de las fortalezas de los amigos, sobreponiendo los intereses colectivos a los fines particulares de esos “perversos amigos”, para elegir lo justo y lo renovador, atendiendo lo que nos impone la ley, la ética y lo renovador, para solucionar la crisis del desprestigio de los políticos y de la política, y encontrar el sendero del desarrollo del hombre palmirano, con calidad de vida y de manera honrada.

Le pregunto a Raúl Arboleda, a William Rodríguez, a Fernando Leal y a William Espinosa: ¿tienen ustedes argumentos valederos en lo ético y en lo moral, desde su ejercicio en lo público, como dirigentes palmiranos, que han actuado como actores principales en total silencio, apoyo y respaldo incondicional a los últimos tres alcaldes, que han acabado con Palmira, para presentarse hoy como candidatos a dirigir la alcaldía y a manejar los recursos de los palmiranos, recursos que ustedes, por acción u omisión, han ayudado a que sean expoliados?

Aristóteles afirmaba que “la sensatez es la única virtud propia del que manda; del gobernado no es virtud la sensatez, sino la opinión verdadera”.
A los secuestrados los queremos vivos y libres.

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1 comentario:

Tereco dijo...

Tiene razón Mario Fernando cuando hace su análisis acerca de las implicaciones morales y éticas que tiene eso de invitar a la superficialidad y a la banalidad. Y mucho más serio es el caso, si la invitación proviene de quien debería velar justamente por la trascendencia de los actos y por el compromiso profundo de las acciones de los individuos en relación con la comunidad. Los políticos (ellos lo saben) deben ser mucho más que una esponja que absorbe votos y tienen el deber de ser un referente en la vida de sus conciudadanos. La historia de la humanidad es posiblemente la historia de los gobernantes equivocados. Pero miles de equivocaciones y aciertos han conducido a pueblos y naciones a modelos de vida, unos atinados y otros lamentables. No es tan difícil saber cuáles son y cómo actúan unos y otros, porque todo gobernante o aspirante a serlo es, en gran medida, una figura pública, una vedette, que propone modelos de vida saludables o no. Por su puesto que el pueblo no es estúpido, pero tiende a equivocarse escogiendo mal a sus referentes, tal vez porque es más fácil ser un “tipo chévere” que una persona correcta. La corrección implica y obliga a mantener unas normas de conducta acordes con el crecimiento personal, pero también y muy especialmente, con el desarrollo ciudadano. Pero es posible que para un político sea mucho más difícil dilucidar cuál es su papel en la parte del universo que pisa. Debatirse entre el populismo “atraevotos” y la búsqueda rabiosa del poder, puede ser una tarea que se compensa con banalidad y superficialidad. Lo trivial, lo insignificante, pueden ser un recreo en la vida de un hombre que sabe que tiene la responsabilidad de cambiar el pequeño mundo que le rodea, con la conciencia clara de que el universo se extiende mucho más allá de donde llega su aliento. O puede ser que la nimiedad, vulgaridad y puerilidad, provengan no del paréntesis de un hombre serio, sino de la cotidianidad de un hombre insulso que ha buscado en la política el refugio que no podría encontrar en otro ambiente. ¡Grave error! para él, pero sobre todo, para sus electores. ¿Cómo exigirle luego, algo que no sea coherente con la chabacanería y la insipidez? Y ¿Cómo quejarse luego de los desaciertos de alguien de quien se sabía que era ostentosamente erróneo? Sí, Manuel Fernando, hay que pedirles a los candidatos solvencias éticas y morales, además de las capacidades técnicas. Y a los ciudadanos darles herramientas para defenderse de la banalidad. Me entusiasmó su columna.