2009-05-31

La segunda reelección de Uribe: No es un asunto político, es mediático

La segunda reelección de Uribe: No es un asunto político, es mediático


POR: José Gregorio Hernández


¿Por qué a pesar de la polarización y de la multiplicación de los escándalos vamos a reelegir al Presidente Uribe? Un análisis sereno del ex presidente de la Corte Constitucional.

Reelección o catástrofe

Los temas de alto interés nacional deben ser estudiados de manera objetiva e imparcial, precisamente porque la suerte de todos depende de si la decisión es acertada o no lo es.

Por eso invito a los lectores y lectoras a que por un momento tratemos de dejar de lado nuestras posiciones políticas o ideológicas para hacer un examen reposado de los hechos, más allá de la intensa polarización que el país está viviendo. Ese encerrarse en posiciones opuestas y dogmáticas es peligroso para la democracia que nos urge conservar y que - en medio de tantas dificultades, por encima de muchos odios y muchas trifulcas - hemos logrado conservar desde 1810 hasta 2009.

Colombia está hoy en una verdadera encrucijada, que los medios de comunicación y las encuestas han logrado crear y convertir en una realidad. Esa encrucijada se concreta en los siguientes términos: ¡reelección de Uribe o caos! (o “hecatombe”, como él mismo denominó la hipótesis de su tercera postulación). En otras palabras, no hay otro colombiano que pueda asumir la responsabilidad de conducir los destinos nacionales. Si Uribe no es, no puede ser nadie. Fuera de Uribe, no hay salvación.

Las virtudes del Presidente Uribe

En el nivel personal, no tengo nada contra el Presidente Uribe. Es una persona inteligente, sagaz, comprometida -creo que sinceramente- desde su peculiar posición con lo que él considera el único interés nacional -derrotar a la guerrilla-; y es, simultáneamente, un político hábil; un individuo dotado de especial carisma, que une a su simpatía y calidez un sello de inocencia que desarma a sus enemigos; dueño de una importante capacidad de convicción, es un magnífico comunicador; un excelente relacionista; y un publicista creativo que ya quisieran tener las mejores agencias de propaganda en el mundo.

El Presidente es, además, un hombre sencillo y abierto, con quien toda persona puede tener contacto. No está contaminado por esa estúpida actitud de los que, no habiendo sido jamás importantes, adquieren importancia de la noche a la mañana. Uribe no: si algo tiene es el orgullo de ser colombiano, y, como no es torpe, no cae en esas tentaciones -propias de los incapaces- , y está al nivel del arquitecto y del obrero; del magnate y de la secretaria; del comerciante y del campesino. Con todos habla. A todos atiende. Y goza de una memoria envidiable, que le permite recordar siempre hasta los mínimos detalles de muchas cosas, lo que subyuga a sus interlocutores. Confieso que, si no fuera por la absoluta incompatibilidad entre sus ideas y las mías, sería uribista. Hasta me pareció en algún momento que, dadas las circunstancias políticas, en 2006 su continuidad era algo natural o inevitable, aunque -como se sabe- soy enemigo -en abstracto- de todas las formas reeleccionistas.

Una elección histórica

Digo, por otra parte, que el Presidente se mostró tal como era -autoritario y ambicioso de poder- desde el principio, y que quienes votaron por él sabían a qué atenerse -incluidos los distinguidos escritores que hoy lo critican pero que lo apoyaron.

Elegir a Uribe era algo de fondo histórico: no era cualquier elección. Él no era - como en el Vaticano- un “Papa de transición”. Era una elección de largo alcance y respaldada por los grandes “cacaos” de la política, de la economía y de los medios. Una escogencia de aliento indefinido, porque, desde el punto de vista de los reales “dueños” de Colombia, no era fácil conseguir un líder de extrema derecha tan decidido y tan audaz, que, además de todo, no procedía -como Álvaro Gómez Hurtado- de la rancia estirpe conservadora, sino del Poder Popular del Partido Liberal.

Una derecha aceptable, de raigambre formalmente liberal, que se presentaba a los colombianos como alternativa urgente y necesaria para sustituir la debilidad y el “entreguismo” -ante la guerrilla- de un presidente conservador que fue presentado como claudicante e incapaz, por haber buscado el diálogo. Un hombre, Álvaro Uribe, personalmente afectado por el asesinato de su padre a manos de la guerrilla, abiertamente militarista y pro-norteamericano, que no tendría inconveniente en luchar a brazo partido para acabar con las FARC, movimiento que -no obstante los crímenes del paramilitarismo- logró clasificarse en los medios como el peor, si no el único enemigo de Colombia. Sobra decir que ese poder económico y financiero, y sus medios de comunicación, además de sus firmas encuestadoras, se pusieron al servicio de la causa uribista, y lograron su propósito. Lo alcanzaron en 2002. Repitieron la faena en 2006. Están a punto de reiterar su triunfo en 2010.

Inconvenientes de la reelección inmediata

Pero conviene reflexionar sobre el tema. Pensar. Meditar. La ola de reelecciones en América Latina y en otros países, con independencia de la orientación filosófica o política de los reelegidos, nos hace pensar en una “pandemia política”, más grave que la de gripa porcina. En un insecto traicionero y fatal que está picando a todos nuestros presidentes: a Lula y a Chávez; a Evo y a Correa; y Uribe quería y quiere ser contaminado.

Sin embargo todavía -aunque la ley que convoca el referendo reeleccionista está a punto de ser aprobada, pese a todos sus posibles vicios de orden constitucional- podemos tomar en cuenta algunos elementos objetivos, que me permito enunciar como “impedientes” para aceptar esta forma de prolongar un mandato presidencial:

-La reelección para un período que no sea inmediato, como la concebía la Carta Política de 1886, ubica al ex presidente de la República en condiciones de cierto equilibrio ante sus contrincantes. Se ve precisado a exponer -ya sin los mecanismos propios del poder en sus manos- los aciertos y las razones de sus equivocaciones en el gobierno. Por eso, Belisario Betancur pudo derrotar en 1982 al doctor Alfonso López Michelsen, no obstante la mayoría liberal existente entonces y la magnífica administración de López entre 1974 y 1978, que podía exponer con justificado orgullo.

-La reelección para el período inmediato es una forma de vulnerar la esencia democrática de la Constitución colombiana y en especial el principio de igualdad, como en su momento lo expuso el ex presidente López Michelsen en tres artículos sucesivos del diario El Tiempo. Esto no lo quiso entender la Corte Constitucional de ese momento, por cuanto profirió un fallo político (Sentencia C-1040 de 2005).

- La reelección inmediata constituye una forma inaceptable de concentración del poder, no en manos de un candidato, sino de alguien que ya ejerce el gobierno -con todas las prerrogativas de distinta naturaleza que ello implica, las prebendas y las posibilidades que la sola posición ofrece, como las presupuestales, las burocráticas y las de acceso ilimitado a los medios de comunicación oficiales y privados-, en detrimento de los demás aspirantes, quienes por definición están “mutilados” ante el candidato que simultáneamente gobierna. Es lamentable que eso no lo haya evaluado la Corte Constitucional, como si hubiera estado ciega. ¿O se puso ella misma una venda que no le permitió ver?

-La Corte Constitucional del momento no ejerció un control material acerca de los impedimentos de los congresistas y, por ejemplo, no le importó que mandos medios de embajadas y consulados, sin tener la menor idea sobre asuntos diplomáticos, hubiesen sido designados por sus vínculos familiares o políticos con los congresistas llamados a votar. Los conflictos de intereses se quedaron escritos en la Constitución.

Un gobierno lleno de escándalos

Las segundas partes nunca fueron buenas. Y lo hemos visto durante el segundo período de Uribe que, pese a sus esfuerzos personales, ha resultado tan escarpado y difícil, no por las acciones de la guerrilla sino por sus propios escándalos, que en otro país o en circunstancias políticas y mediáticas diferentes, ya no podría sostenerse en el poder.

Así, asuntos como la llamada “parapolítica”, que ha vinculado en su mayoría a amigos políticos del presidente; las inclinaciones delictivas de los antiguos paramilitares; sus confesiones y denuncias; el oscuro proceso de negociación de Ralito; la torcida y celestina ley “de justicia y paz”; las extrañas extradiciones de los jefes “paras”, sin atención alguna a las víctimas; las revelaciones de las mismas autodefensas, en un cerco cada vez más estrecho alrededor del Jefe del Estado; los llamados “falsos positivos”, que no son sino crímenes atroces, cuyo número va en aumento; los enfrentamientos presidenciales con la Corte Suprema de Justicia; el seguimiento a magistrados, inclusive los auxiliares, por parte del Gobierno; la llamada “yidispolítica”, que puso en tela de juicio la legitimidad de la primera reelección; la posible participación de integrantes de la familia presidencial en DMG; la demora del Estado en definir una línea de acción en el problema de las ”pirámides”; la posible financiación de DMG para la recolección de firmas para el referendo con miras a la segunda reelección; la extraña visita de alias “Job” a la Casa de Nariño -nunca explicada-; las interceptaciones telefónicas, tampoco explicadas a cabalidad, en el seno de la Policía Nacional - con la caída, como en el juego del dominó, de varios generales que aspiraban a su dirección; las interceptaciones y seguimientos del DAS a dirigentes de oposición; las interceptaciones a los magistrados de la Corte Suprema de Justicia; la entrega de datos financieros y familiares de los magistrados al DAS cuando habían sido captados en función de la prerrogativa estatal de carácter tributario; los negocios de los hijos del Presidente de la República con DMG; los negocios de los jóvenes Uribe con la administración dirigida por su padre para obtener beneficios en relación con un terreno, y su posterior conversión en “zona franca”.

Tantos accidentes, de los que ahora nos acordamos apenas en forma parcial, que harían imposible cualquier gobierno, no afectan sin embargo al de Uribe, gracias a un experto manejo de los medios de comunicación que logran, con una magia digna de mejor causa, “volver las cosas al revés”, o simplemente ocultarlas, o presentar verdades a medias - que son en realidad mentiras-.

En todas esas situaciones, al menos como ejercicio teórico -opción que fatalmente será perdedora en el plano político, en una sociedad donde las más poderosas redes mediáticas se bautizaron y confirmaron como inamovibles “uribistas”, siendo pecado cualquier opción diversa-, la posibilidad reeleccionista debería tenerse naturalmente como autoritaria y excluyente, pero en Colombia los hechos habrían de confirmar, y lo volverán a hacer en 2009 y 2010, la dolorosa experiencia de que los juristas aramos en el mar y edificamos en el viento -como decía Simón Bolívar- cuando nos enfrentamos a poderosas maquinarias periodísticas, usen o no el espectro electromagnético.

El hechizo de los medios

El Derecho -quisiéramos comprobar lo contrario- no puede con los medios, ni con las maniobras de los expertos amigos del Gobierno. La lucha es -como dicen los santandereanos- “de toche con guayaba madura”. ¿Qué puede una argumentación legal de un minuto ante el impacto de una información reiterada miles de veces y en toda oportunidad por una televisión y una radio que embrujan a los votantes? ¿Cuál es la fuerza política de una argumentación jurídica frente a una imagen, mil veces repetida, que muestra al Presidente como el Redentor del Mundo? ¿Y qué tal si, después -para hacer “quedar mal” a los juristas contradictores- las sentencias de la propia Corte Constitucional, cooptada por el régimen, confirman la divinidad de las decisiones presidenciales, no importa si los magistrados que las profieren son los hijos de los embajadores de régimen?

En la sociedad colombiana actual -y muchos lo han padecido en reuniones sociales, en restaurantes y en buses-, o se es uribista, o se es guerrillero. Y constituye conducta inconcebible que alguien -quizás algún loco- haga uso en nuestro conglomerado “mediatizado”, del derecho de apartarse de las “verdades” presidenciales -el moderno Evangelio-, o se atreva a pensar diferente respecto a lo que consagran los titulares de noticieros y periódicos, únicas fuentes de la verdad oficial o aceptada, para tratar de vivir el drama de la vida misma, en carne propia; de protestar ante ella, o de reaccionar. Por ende, estamos lejos de comprender que la sociedad colombiana, y la del mundo, como un derecho y como natural consecuencia política del desenvolvimiento de cualquier convivencia, están reclamando otros prismáticos. Los medios, empero, obedecen a criterios diversos -creemos que económicos- y, de acuerdo con sus estrictas “políticas”, ”no dejan ver”. Entonces, esos prismáticos que requerimos no los suministran, y nos privan de canales efectivos de comunicación, aunque a veces nos dejen hablar. El narcótico que enceguece y enmudece tiene muchas formas, normalmente amables: las piadosas modalidades de mordaza se administran hoy con la suavidad y la tersura de las telenovelas, o de los deliciosos chismes sobre asuntos de farándula.

Vistas así las cosas, la nueva reelección de Uribe -que daría lugar indefinidamente a nuevas reelecciones, para configurar una extraña dictadura “de la democracia”- , más que un problema político, debe verse como un asunto relativo al manejo de medios, a la publicidad, a las encuestas, a las estrategias mismas -en el campo mediático- de la oposición. La gran triunfadora uribista -y por ello debería recibir un premio-, no es la dirección política de Uribe sino su departamento publicitario que, cual ocurrió en la época de Hitler con la organización propagandística de Goebbels, ha hipnotizado a los colombianos, como en su momento lo hizo el publicista nazi -quien se suicidó junto con su familia en 1945- pero quien, antes de hacerlo y para los fines de su jefe, obtuvo el apoyo incondicional y ciego de millones de alemanes.

Conclusión

La invitación es a que pensemos un poco.

2009-05-28

Palabras del presidente Arias de Costa Rica, en la Cumbre de las Américas en Trinidad



Bastante cierto es, que en Latinoamérica nuestros gobernantes se han concentrado históricamente, en mantener al pueblo en medio de poca educación y cultura. De ahí que, los espacios de la política siempre terminan manejados por castas de familias y por personas que logran penetrar esas familias, lo que les permite crear nuevos anillos de poder.

Finlandia dedica grandes cantidades de su presupuesto a invertir en educación, la primera ministra finlandesa, afirma que un pueblo educado y culto, no será engañado por ningún politiquero, ya que el ciudadano sabe interpretar el discurso de un candidato.

Las siguientes son las palabras del presidente de Costa Rica, doctor Oscar Arias, en la pasada reunión o cumbre de las Américas, celebrada en Trinidad:
Nota del blogero.

"Cada vez que los caribeños y latinoamericanos se reúnen con el presidente de Estados Unidos, es para pedirles cosas o reclamarles cosas... para culpar a Estados Unidos de nuestros males pasados, presentes y futuros... y no creo que eso sea justo.

No podemos olvidar que América Latina tuvo universidades antes que Estados Unidos. No podemos olvidar que hasta 1750 todos los americanos eran pobres.

Cuando aparece la Revolución Industrial en Inglaterra, otros países se montan en ese vagón: Alemania, Francia, Estados Unidos, Canadá, Australia, Nueva Zelanda… pero la Revolución Industrial pasó por América Latina como un cometa, y no nos dimos cuenta... ciertamente perdimos la oportunidad.

Hace 50 años, México era más rico que Portugal. En 1950, Brasil tenía un ingreso per cápita más elevado que Corea del Sur. Hace 60 años, Honduras tenía más riqueza per cápita que Singapur, y hoy Singapur –en cuestión de 35 años– es un país con $40.000 de ingreso anual por habitante. Bueno, algo hicimos mal los latinoamericanos.

No puedo enumerar todas las cosas que hemos hecho mal. Para comenzar, tenemos una escolaridad de 7 años. Esa es la escolaridad promedio de América Latina y no es el caso de la mayoría de los países asiáticos. Ciertamente no es el caso de países como Estados Unidos y Canadá, con la mejor educación del mundo, similar a la de los europeos. De cada 10 estudiantes que ingresan a la secundaria en América Latina, en algunos países solo uno termina esa secundaria. Hay países que tienen una mortalidad infantil de 50 niños por cada mil, cuando el promedio en los países asiáticos avanzados, es de 8.

Nosotros tenemos países donde la carga tributaria es del 12% del producto interno bruto, y no es responsabilidad de nadie, excepto la nuestra, que no le cobremos dinero a la gente más rica. Nadie tiene la culpa de eso, excepto nosotros mismos.

En 1950, cada ciudadano norteamericano era cuatro veces más rico que un ciudadano latinoamericano. Hoy en día, un ciudadano norteamericano es 10 a 20 veces más rico que un latinoamericano. Eso no es culpa de Estados Unidos, es culpa nuestra.

Un hecho que para mí es grotesco, y que lo único que demuestra es que el sistema de valores del siglo XX, y que estamos poniendo en práctica también en el siglo XXI... es un sistema de valores equivocado.

No puede ser que el mundo rico dedique 100.000 millones de dólares para aliviar la pobreza del 80% de la población del mundo –en un planeta que tiene 2.500 millones de seres humanos con un ingreso de $2 por día. Y no puede ser que América Latina gaste $50.000 millones en armas y soldados. Yo pregunto: ¿quién es nuestro enemigo? El enemigo nuestro, presidente Correa, de esa desigualdad que usted apunta, es la falta de educación; el analfabetismo; el que no gastamos en la salud de nuestro pueblo; que no creamos la infraestructura necesaria, los caminos, las carreteras, los puertos, los aeropuertos; que no estamos dedicando los recursos necesarios para detener la degradación del medio ambiente; es la desigualdad que tenemos, que realmente avergüenza; es producto, entre muchas cosas, de que no estamos educando a nuestros hijos.

Uno va a una universidad latinoamericana y todavía parece que estamos en los sesenta, setenta u ochenta. Parece que se nos olvidó que en 1989 pasó algo muy importante al caer el Muro de Berlín, y que el mundo cambió. Tenemos que aceptar que este es un mundo distinto. Todos los académicos, toda la gente de pensamiento, economistas, historiadores, coinciden en que el siglo XXI es el siglo de los asiáticos, no de los latinoamericanos. Mientras nosotros seguimos discutiendo sobre ideologías, seguimos discutiendo sobre los “ismos”... capitalismo, socialismo, comunismo, liberalismo, neoliberalismo..., los asiáticos encontraron un “ismo” muy realista... 'Pragmatismo'

Cuando Deng Xiaoping visitó Singapur y Corea del Sur, después de haberse dado cuenta de que sus propios vecinos se estaban enriqueciendo de una manera acelerada, regresó a Pekín y dijo a los viejos camaradas maoístas que lo habían acompañado en la Larga Marcha: “La verdad, camaradas, es que mí no me importa si el gato es blanco o negro, lo único que me interesa es que cace ratones”...

Y si hubiera estado vivo Mao, se hubiera muerto de nuevo cuando dijo.. La verdad es que enriquecerse es glorioso

Y mientras los chinos hacen esto, crecen en un 11%, 12% y 13%, y han sacado a 300 millones de habitantes de la pobreza, nosotros seguimos discutiendo sobre ideologías que tuvimos que haber enterrado hace mucho tiempo atrás.

Esto lo logró Deng Xioping cuando tenía 74 años, y viendo alrededor, queridos Presidentes, no veo a nadie que esté cerca de los 74 años. Por eso solo les pido que no esperemos a cumplirlos para hacer los cambios que tenemos que hacer.

Muchas gracias".

2009-05-24

Los hijos del Presidente: ¿empresarios o negociantes?

Reproduzco esta columna de la Fundación PLURAL, ya que este asunto es de interés nacional.

Los hijos del Presidente: ¿empresarios o negociantes?


Por: Marcela Anzola y Francisco Thoumi

Revista virtual Razón Pública 28/04/2009

Colombia Plural/Inestco

La conducta de Tomás y Jerónimo Uribe refleja un problema de fondo en la ética económica que rige en Colombia y que está en la raíz de nuestros males. Análisis de un escándalo que va mucho más allá de lo anecdótico

El escándalo ocasionado por la compra y reventa de terrenos por parte de los hijos del Presidente en el municipio de Mosquera, Cundinamarca, es un reflejo de los graves problemas que el capitalismo colombiano tiene en sus raíces.



Hacer empresa, hacer negocios

La diferencia entre “hacer empresa” y “hacer negocios” consiste en que la empresa implica una visión de largo plazo y una continuidad de la acción productiva, mientras que el “negocio” se agota en el momento de la transacción. Hacer empresa significa innovación, producción de bienes y servicios, generación de empleo, control de calidad, búsqueda de una reputación sólida, de manera que se genere riqueza en el largo plazo; el “negocio” consiste en aprovechar la oportunidad y obtener ganancias grandes en el corto plazo.

Hacer negocios no es necesariamente reprochable ni contraproducente para la sociedad (por ejemplo el arbitraje entre mercados ayuda a regular los precios); sin embargo el “negocio” no es lo más deseable desde el punto de vista del bienestar social.

En Colombia existe una gran tendencia a hacer negocios, sin hacer empresa. La falta de continuidad en la actividad comercial es un fenómeno bastante común en nuestro medio, como se manifiesta en la dificultad que encuentran los programas que pretenden estimular el emprendimiento o aumentar la competitividad.

La riqueza como botín

Esto se explica en buena parte por una tradición que concibe la riqueza como un “hallazgo” más que como una “creación”. En otras palabras, se trata prevalentemente de una cultura, validada por la abundancia de recursos naturales. Para el imaginario del colombiano, la riqueza se obtiene en una batalla - virtual o real- por los recursos que se encuentran en el mundo; “hacer negocios” forma parte de esta lucha - en este caso virtual - e implica comprar u obtener al menor precio posible y vender caro, sin importar la contribución social de esas actividades.

La visión anterior también implica que la dimensión ética no sea un componente importante en la toma de decisiones, razón por la cual todo bien existente es susceptible de ser “capturado” -y entre estos bienes se incluye el Estado. De aquí que muchos políticos, mientras disfrutan “su cuarto de hora”, hagan “negocios” donde obtienen grandes beneficios privados relacionados con las actividades estatales. El Estado se convierte así en un botín, que se captura a través del gasto público o mediante la manipulación de las leyes para obtener ventajas privadas.

Las actitudes mencionadas tendrían profundas raíces culturales en nuestra larga historia de ”conquista”, donde la riqueza se encuentra y no se crea, y donde la propiedad se obtiene a través de privilegios, y en algunos casos por medios violentos. Como solía decir en sus tertulias Carlos Lleras Restrepo “hay muy poca riqueza amasada con trabajo, sudor y ahorro“.

Por la misma razón, una gran parte de las transacciones en Colombia son percibidas como juegos de “suma cero”, o donde se requiere que alguien pierda para que alguien gane; pero esto contradice toda la teoría económica moderna, que justifica el mercado precisamente porque en una transacción ganan tanto el vendedor como el comprador. Es interesante notar que en la jerga común se haya acuñado el verbo “tumbar” para referirse a muchas transacciones donde alguien obtiene algo a expensas del otro, haciendo evidente el hecho de que la actividad comercial no se rige por elementos de confianza mutua: hay que saber cuidarse para no ser “tumbado”.

No es de extrañar entonces que en Colombia los “costos de transacción” sean muy altos. Para llevar a cabo cualquier intercambio importante, como la compra o la venta de un auto o de una vivienda, se necesita averiguar quién es la contraparte y hay que tomar medidas para evitar ser estafado.

La muestra de DMG

La concepción de la riqueza como el resultado de grandes ganancias extractivas o como el producto de transacciones entre desiguales está tan interiorizada que un grupo importante de colombianos considera que la gran pirámide de DMG no era pirámide, y que sus prometidos retornos del 100% o más, en un par de meses, son “normales” en un sistema de mercado moderno. Por eso en las marchas de protesta de los depositantes en DMG eran comunes los slogans como “dejen trabajar“. Y en los blogs se afirma que el problema de DMG consiste en que le hacía competencia a los bancos de los oligarcas, “los que todos sabemos“, que invierten en mercados de futuros de divisas (forex) y obtienen rendimientos muy altos; el gobierno decidió cerrar a DMG para eliminar esa competencia.

Es notable que el fracaso en el referendo del 2004, los falsos positivos, o los vínculos de la bancada oficialista con el paramilitarismo no hayan disminuido la aceptación y popularidad del Presidente, y que ésta hubiera caído solamente cuando “nos quitó a DMG“. Tampoco sorprende que hoy se hable de crear el partido político DMG.

El narco y el contrabando

Dado el concepto colombiano de riqueza, el narcotráfico fue aceptado como algo normal. Las enormes ganancias hicieron que los traficantes se vieran como personajes dignos de admiración. La ilegalidad del negocio se percibe apenas como la fuente de los obstáculos o desafíos que el “traqueto” o la “mula” tienen que superar. Así, un envío de drogas que llega a su destino y se vende “corona”, es decir, quien lo hace gana, como si el narcotráfico fuera un juego de damas.

Otra expresión de esta lógica se encuentra en el contrabando aceptado de modo consuetudinario - y hasta el punto de que en algunas zonas fronterizas se han dado marchas cívicas que exigen el “derecho adquirido” al contrabando, el cual se justifica como una forma del derecho al trabajo. Lo mismo ocurre cuando las autoridades efectúan algún operativo en los conocidos “San Andresitos”.

La deslegitimación de la propiedad

La consecuencia de estos mecanismos de obtención de la riqueza es la falta de legitimidad de la propiedad, la cual no es reconocida por grupos importantes de la sociedad, y en muchas ocasiones ni siquiera puede ser reivindicada legalmente porque no se ha obtenido de conformidad con la normas.

Por eso hay anuncios como “esta propiedad no está en venta“, para evitar robos por medio de escrituras falsas. Un reflejo mucho más grave de la poca validez social de la propiedad es el secuestro extorsivo, un crimen de lesa humanidad que sin embargo es visto por muchos como un simple mecanismo de transferencia de rentas y privilegios: “si la riqueza se obtiene por privilegios, manipulación de leyes, buena suerte o violencia, y yo no tengo acceso a esos métodos, mi mejor estrategia es secuestrar a quien si tuvo acceso y transferir las respectivas rentas“.

Para que la propiedad privada sea reconocida como válida y digna de ser respetada por terceros, es necesario no sólo que su proceso de acumulación sea legal (legítimo) sino que tenga efectos positivos sobre la sociedad: producción de bienes y servicios útiles o innovadores, generación de empleo, aumentos en la productividad de otras empresas, y en general, mejoramiento en la calidad de vida del país. Este proceso de validación de la propiedad privada contrasta con procesos extractivos o aleatorios donde la riqueza privada se asocia con la manipulación de normas, la obtención de privilegios, la buena suerte, la violencia contra otros ciudadanos - o aún con el arbitraje entre mercados, para lo cual se requiere tener información privilegiada (por ejemplo, saber que no eran valiosas las baratijas que se entregaban a los indígenas a cambio de su oro).

En tales casos no hay validación social de la propiedad privada o su validación es muy débil. Esto acarrea costos de transacción enormes y exige un mayor esfuerzo para proteger las propiedades; por eso una de las industrias más pujantes en Colombia es la seguridad privada, la cual incluso cuenta con más personal que la policía.

Una ética costosa

Todo lo anterior ha generado una paradoja notable en el comportamiento de los colombianos. Por un lado luchan por obtener riqueza, pero por otro lado tienen que gastar tiempo, recursos y esfuerzos para proteger sus derechos de propiedad: temen sacar sumas “grandes” en efectivo de los bancos (por ejemplo 300 mil pesos) por temor a ser víctimas del “fleteo”; todos los apartamentos y condominios tienen sofisticados y costosos sistemas de seguridad; los morrales se usan al revés - al frente- para evitar robos; en las calles se deben hacer rodeos para no pasar por zonas que se consideran peligrosas; para tomar un taxi lo mejor es llamarlo por teléfono porque hacerlo en la calle es arriesgado, tanto para el pasajero como para el chofer; para cobrar un cheque por sumas no muy altas es necesario poner la huella digital; los precios por metro cuadrado de los apartamentos son más altos que los de las casas, que son menos seguras; y así sucesivamente. En suma, los colombianos viven permanentemente a la “defensiva”, cuidándose de los demás colombianos.

Los hijos negociantes

Volviendo a Tomás y Jerónimo, no hay duda que tienen derecho a “hacer negocios” y que es muy probable que en el que hicieron al comprar las tierras en Mosquera - que al parecer se valorizaron muy rápidamente - no hayan violado ninguna ley. Sin embargo, la conducta de Tomás y Jerónimo muestra que ellos siguen siendo negociantes más que empresarios. Si fueran empresarios las ganancias de su inversión en Mosquera provendrían de las empresas que se establezcan en la futura zona franca; provendrían de la innovación y el empleo que generan dichas actividades, no de las rentas obtenidas por la valorización de la tierra o por la negociación exitosa en la que obtuvieran un “buen precio”.

Adicionalmente, aunque no lo quieran, son personajes públicos. Su padre es el Presidente más popular que ha tenido Colombia desde que se hicieran encuestas al respecto. Más aún, posiblemente ha sido el mejor Presidente que ha tenido el país en mucho tiempo: durante su gobierno han disminuido sustancialmente los secuestros y las muertes violentas, la guerrilla ha sido debilitada, y ha negociado el desarme de algunos grupos paramilitares. No obstante, hay profundas dudas respecto a que haya contribuido a modernizar al país esto es, a cambiar la cultura tradicional por una que permita competir exitosamente en un mundo globalizado.

Dos simples consejos para Tomás y Jerónimo: primero, recuerden que la mujer del César no tiene solamente que ser honesta, sino que además debe parecerlo; y segundo, que mientras ustedes sean empresarios y generen riqueza para la población, no tendrán los problemas que tienen por ser buenos negociantes.

2009-05-06

Falso positivo


FALSO POSITIVO



Madre, encuéntrame
hazme un cuerpo con las hojas nuevas
te contaré de cómo el viento se llevó
mis ojos
y de cómo un ángel me espera
en el aroma del romero
allá en el patio
alguien me canta, madre
y quizás sea mi memoria
que se abre paso para decirse
pero tengo piedras en la voz
y en la esperanza
No llores, madre
sigue escarbando
que pisadas de botas cubren
mi mirada
-tres tiros fueron
uno de gracia en las palabras-
madre, ya estás cerca
te sangrarán las manos
al arrebatarme con las uñas
a las uñas del barro
hurga bien, invéntame
que ninguno de mis gritos
se quede en esta tierra
enjuágame en tu rostro
y ponme una gota de sol en la frente
trae pájaros que te indiquen
donde quedaron los versos de mis pies.

Mauricio Cappelli.



Coloco este poema titulado "Falso positivo", escrito por Mauricio Capelli, joven escritor palmirano, poema que me aviva los sentimientos de rabia en el corazón por la indolencia del ciudadano colombiano, al saber, conocer e ignorar todos los crímenes que desde el solio de Bolívar, al parecer, se ordenan para mostrar una falsa seguridad democrática. Más temprano que tarde, los colombianos tendremos que reaccionar y no permitir que nos sigan convirtiendo nuestra Patria, en una DEMOCRACIA PARA EL DELITO. (EL BLOGGERO)