2007-07-10

COLUMNA DE MANUEL FERNANDO MUÑOZ B.

EL 5 DE JULIO DE 2007, EN COLOMBIA.


GOTAS DE O2.
POR: MANUEL FERNANDO MUÑOZ B.
JULIO 09 DE 2007.



El día jueves 5 de julio de 2007 es una fecha que quedará en la historia de Colombia. Evidentemente, la movilización de millones de compatriotas en todas las ciudades y pueblos de la Patria para protestar y rechazar el secuestro y la violencia, como también para exigir la devolución de los cuerpos sin vida del mayor Guevara y de los 11 diputados del Valle del Cauca asesinados en cautiverio, es el mayor golpe político propinado a las FARC, golpe que se lo ha aplicado el mismo pueblo colombiano, aquel al que dicha organización guerrillera dice defender. Es decir, el pueblo en su soberanía les deslegitimó total y contundentemente.

Las mayorías de los participantes en las marchas clamaron por el acuerdo humanitario, que le permita a los 3143 secuestrados regresar a la vida, a la libertad, sanos y salvos. Es cierto que la experiencia vivida en aquel despeje del Caguán, bajo el gobierno del presidente Pastrana, sirvió para que las FARC hicieran de las suyas: se fortalecieran y se agruparan, que se tomaran por su cuenta la justicia, la ley y el orden en esa zona del país, bajo la mirada impasible del gobierno de entonces. Si a los paramilitares se les permitió congregarse en una zona como Santa Fé de Ralito, no en un área de despeje sino en una zona vigilada por el gobierno de Uribe Vélez, también es cierto que esta organización extremista de derecha – AUTODEFENSAS y/o PARAMILITARES –, concebidas bajo la óptica de los factores de poder dominantes en el escenario de la República, no iban a colocar en dificultad al gobierno nacional para asentarse en ese sector rural, el cual era, y sigue siendo, de su dominio militar. Cosa contraria sucede con las FARC. Según el presidente Uribe, a esta organización guerrillera se le tiene que perseguir, acosar y eliminar, a toda costa. Entonces, ¿bajo qué premisa pueden estos subversivos llegar a algún sector del país, a sentarse y dialogar con los interlocutores que el gobierno facilite, con el fin de lograr un acuerdo humanitario, que traiga a los secuestrados a la libertad? No queda duda, debe ser en una zona que les garantice, tanto a estos como a los secuestrados, la tranquilidad de la movilización. Pero el gobierno, obviamente, no puede entregar ese despeje sin condiciones. La seguridad a los municipios de Pradera y Florida – vieja zona roja por la presencia guerrillera desde 1960 – debe ser prioritaria. Pero además, debe existir presencia y veeduría de los países amigos, Francia, España, Suiza y Venezuela. Históricamente desde Pradera en el Valle del Cauca, por ese corredor de la cordillera central y hacia el sur, entre los departamentos del Tolima, Cauca, Huila, Nariño, Caquetá y Nariño, la presencia de las FARC ha sido mayor a la presencia del Estado. Ha sido una zona permanente de despeje.

Esta zona de encuentro, que no sería mayor a 45 días, es la única posibilidad de traer a la libertad, a la vida, sanos y salvos, reitero, a Enmanuel, a Ingrid, a Clara y a todos y cada uno de los 3143 secuestrados. Y, podría ser también la opción de dejar sentadas unas bases políticas que permitan el inicio de unas conversaciones de construcción de una agenda para la paz, entre el actual gobierno y esa organización insurgente. Todo es posible, si hay disposición de dejar a un lado odios y venganzas. Priman la vida y el futuro del país.

Rechazo con todo respeto, la opinión de muchos colombianos que piensan y creen que no debe haber cesión de esa área como zona de encuentro, y que manifiesten, que la vida de los secuestrados debe terminar en las selvas colombianas. No es posible que no tengan sentimientos y dolor por las vidas ajenas. No puede ser posible que no les importe que los plagiados mueran en cautiverio.

De igual manera, rechazo la baja y perversa respuesta que el ministro del Interior y de Justicia colombiano, Carlos Holguín Sardí, dio en Cali al discurso que la niña de 13 años de edad, Carolina Charry - hija del diputado asesinado, Carlos Alberto - hiciera el día de la marcha. Ella, en su inmenso dolor por la pérdida de su padre y, con sentimientos encontrados, después de rogar durante tantos años al gobierno de Álvaro Uribe y al jefe guerrillero TIROFIJO por la libertad de su papá y demás compañeros y no encontrar respuesta diferente a la de saberlo muerto, entiende que ambos son responsables de la muerte de su progenitor, por ser hombres tercos, tozudos, obstinados y especialmente cargados de odios recíprocos. “Por la negligencia demostrada”. Esa una decisión que el energúmeno ministro Holguín Sardí nunca podrá modificar, incluso ante centenares de miles de colombianos, que igual piensan.

Será la historia la que demostrará a las futuras generaciones quién tuvo la razón y será ella juez implacable en señalar las responsabilidades que le correspondan a cada uno de los actores de los sucesos que hoy vivimos. La historia es inflexible. Su juicio será implacable.

Queda mucho por recorrer a los colombianos para lograr la paz. No va a ser posible, seguramente, bajo este mandato presidencial, que se logre retomar la agenda de negociaciones. Tenemos mucho por aprender y experimentar en torno a la guerra y del conflicto armado interno. Por naturaleza somos guerreros y valerosos. Nos resta aún, desprendernos de tantos odios y rencores, que nos vienen polarizando en extremos distantes y muy especialmente, debemos aprender a ser tolerantes.

¿Tendrán nuestros hijos y nietos un país en paz y armonía, para hacer sus vidas?

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EL 5 DE JULIO DE 2007, EN COLOMBIA. MANUEL FERNANDO MUÑOZ B.

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