2008-06-07

EL CÁRDENAS, LA CEIBA Y LOS 60´S

EL CÁRDENAS, LA CEIBA Y LOS 60´S

POR: CARLOS ALBERTO FRANCO S.
Exalumno promoción 1960

La memoria flaquea con el paso de los años y en mi caso, 48 años después de graduarme como bachiller del Colegio de Cárdenas de Palmira, debo aceptar que la intensidad de los acontecimientos que viví como adolescente y estudiante, mantienen intactos los recuerdos que evocaré para la revista La Ceiba.

El Cárdenas fue toda una institución: era sin duda el mejor colegio de bachillerato y muy a pesar de la confrontación civilizada que tuvimos con el colegio Champagnat, regentado entonces por los hermanos Maristas. Nadie dudaba de que los bachilleres cardenalicios pasaban sin obstáculos las pruebas de ingreso a las universidades. No existían ICFES, ECAES y tantas pruebas que midieran con sofistificación la aptitud y los conocimientos de los alumnos. “Las galladas” de muchachos y jóvenes rebeldes se distinguían por el enfrentamiento pugnaz contra cualquier autoridad, laica o religiosa De la confrontación con profesores, rector, alcalde o secretario de educación departamental, se gestó aquella famosa huelga estudiantil que libramos entre 1.959 – 1.960, de la cual terminó pagando con su cabeza el entonces rector-presbítero Sendoya, religioso de profunda formación literaria, profesor de hondos quilates y – ante todo – un poeta que le cantó al amor y a la vida. ¿Qué nos disgustaba de Sendoya? Su talante autoritario y riguroso con las normas de la “buena educación”, del cumplimiento del Reglamento Disciplinario “a perrero limpio”, que en una época de libertinaje y despertar sexual y cultural que se iniciaba en 1.960, fue la gasolina que “prendió el mecho”. Que nuestros pares del colegio Champagnat fueran dirigidos por Hermanos de sotana negra, vaya y venga… pero que en El Cárdenas su rector fuese un cura autoritario, nadie lo iba a permitir. Éramos civilistas de pies a cabeza, contestatarios, librepensadores, orgullosos de ese libertinaje que en muchas ocasiones terminaba en la fumada de un ”cacho” de marihuana o una “enrumbada” con nuestras vecinas y estudiantes del Liceo Femenino, quinceañeras de preciosos muslos, trabajados en interminables juegos de baloncesto. Retomando la historia, sucedió lo previsible: ganamos al final la huelga, pero debimos negociar el reingreso a clases y luego aceptar que Monsieur Andrade terminara de rector encargado, y Sendoya por fuera del plantel. ¿Qué más recuerdo de mi colegio? La Banda de Guerra estaba a la altura de la magnifica agrupación gemela del colegio marista y la batalla anual se libraba en las procesiones de Semana Santa, evento de tanta importancia como lo tenía la ciudad de Popayán. Por otro lado, el equipo de fútbol de bachillerato no tenía contendor de peso: siempre “zurrábamos” al rival que fuera, bien distinto al desempeño en el baloncesto, en el cual el colegio Champagnat era indestronable. Las barras de estratos altos eran de los maristas: colegio Bethlemitas y colegio Santa Rita; la “perrata” y los estratos bajos, eran de las escuelas públicas Domingo Irurita, La Galán y el Liceo Femenino, apoyando furiosamente a los cardenalicios: simple confrontación de lucha de clases en el buen sentido marxista, en la que al final todos salíamos abrazados, ganare quien ganare.

Y por último, los nombres y apellidos de profesores, casi todos hoy al lado de San Pedro, o en lo más profundo del averno, si llegaron a “rajarnos” sistemáticamente en materias tan áridas como física, química, trigonometría y cálculo: Roa, Belalcázar, Ochoa, miss Mora, monsieur Andrade, Franco, Jiménez, Ramírez, Rodas, Pereira, Mantilla, Jordán, Doña Yolanda, y tantos otros que escapan a mi memoria. Compañeros de batalla como alumnos, recuerdo a: Rivera, Espinosa, Tenorio, “tiliga”, Mayor, Cárdenas, García “caretarro”, Bravo, García Cucalón, Ávila, Benavidez, Correa, Padilla, Martínez, Barrero, Díaz, Penilla, Lenis, Rocha, “petunia”, Parra, Londoño. Me faltan 15, nos graduamos 37.


Por allá en junio de 2.001, escribí CITA BAJO LA CEIBA, publicada por el semanario Palmira hoy. Algún párrafo expresaba: “La bella fachada neoclásica del colegio, con sus capiteles y cornisas adornados con sobria decoración de molduras renacentistas, fue un reto asumido por la rectora Gema Prado y hoy da sus frutos: todos los palmiranos nos sentimos orgullosos de tan bella edificación, que con el paso de una centuria y como los añejos vinos, sabe a tierra de promisión y merece ser monumento nacional. La próxima cita es bajo la ceiba del colegio, esa ceiba milenaria que Alejo Carpentier en LA CONSAGRACIÓN DE LA PRIMAVERA, la llama madre de todos los árboles, eje cósmico del universo, esencia primordial de todas las religiones. Debajo de su follaje tenemos la impresión de formar parte de algo, que buscamos hace muchos años. Hemos necesitado de un largo periplo, de una suerte de viaje iniciático, colmado de pruebas y riesgos, para hallar la verdad de lo universal, lo propio, lo mío, lo de todos, al pie de esa ceiba majestuosa, que antes de nuestro nacimiento estaba ahí y estará siempre entre los cuatro caminos que cruzan la ciudad”.

Todos los recuerdos los cobija con su sombra majestuosa, esa ceiba que hoy es orgullo de los cardenalicios de todos los tiempos, esa ceiba que convoca al chisme y al comentario ligero entre recreos, esa ceiba que deshojada nos impulsaba a prender fogatas, esa ceiba a la cual arribaban pájaros cantores para alegrar la primera hora de la mañana, haciendo más llevadera alguna cátedra insoportable de un profesor inentendible, esa ceiba que es testigo de 140 años de historia de un plantel, que tantos dirigentes y hombres de bien ha producido a la segunda ciudad del Valle del Cauca.

Palmira, julio de 2.008. francodemalatesta@yahoo.com

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