2008-06-07

LA IMAGEN Y LA IDENTIDAD NEGATIVA DE PALMIRA


Por: Eduardo Posada H
mail@eljuglardecolombia.com


Hace muchos años esta ciudad era la capital agrícola de Colombia y la sede de varias de las tertulias culturales más dinámicas e importantes de la región. Con el declive económico de la ciudad, producto -entre otras razones- del monocultivo intensivo de la caña, el desplazamiento de los ciudadanos japoneses de Palmira a Cali y las malas medidas administrativas que obligaron a importantes industrias a abandonar la ciudad, Palmira degeneró hasta convertirse en un pueblo tomado por el desempleo, la inseguridad, la marginalidad, la falta de civismo, la corrupción pública y la apatía generalizada. Esta falta de autoestima, de identidad palmirana, de amor por lo nuestro, se da porque los valores predominantes de la ciudad son en realidad antivalores, y la identificación con la ciudad sólo se puede hacer negativamente.

El asunto de la imagen-identidad colombiana siempre ha sido un dolor de cabeza para los investigadores en la materia. Nuestro país está dividido en muchas zonas culturales, cada una con sus propias costumbres, y para hablar de una identidad común a todos los colombianos muchas veces hay que recurrir a generalidades o hacer el truco facilista de los medios de comunicación y decir que Shakira, Juanes y García Márquez son Colombia. Este problema, bastante grande por si mismo, se complica cuando analizamos la historia del país y recordamos que lo único que se ha mantenido constante en Colombia ha sido la violencia, principal factor de reconocimiento –junto con la cocaína y el café - de nuestra patria en el exterior. ¿Entonces la imagen-identidad de Colombia es la violencia y el narcotráfico? Los hechos dirían que si, pero una de las características de los colombianos es la evasión de su realidad, por lo que preferimos aceptar la píldora edulcorante de los medios de comunicación y construir nuestra imagen-identidad nacional basados en la Selección Colombia de Fútbol y en los talentosos artistas que destacan el rostro hermoso de Colombia en el mundo.

Medellín y Bogotá entienden a la perfección esta necesidad de resaltar lo mejor de si mismas y se venden como capitales culturales llenas de vida, dinamismo, modernidad y belleza. Nadie puede negar que en estas metrópolis existen graves problemas sociales, más la percepción general de las personas frente a su ciudad es positiva y les permite apersonarse de bienes públicos como el Metro de Medellín o el Transmilenio. Palmira es el caso contrario. Los valores positivos que nos daban una imagen-identidad positiva se fueron perdiendo y la percepción mayoritaria de Palmira es que es un pueblo atrasado, una olla de ratas, sicarios y ladrones de cuello blanco, un inmenso lavadero del dinero producto del narcotráfico, donde la ley no existe y los motoratones chantajean al alcalde con paralizar la ciudad si los obligan a organizarse en cooperativas.

Los cambios estructurales que Palmira necesita para salir de esta "olla" son muchos: formar tejido social, traer industrias que generen empleo, dar educación de calidad a niños, jóvenes y adultos, recuperar la confianza en la ley, concebir planes de vivienda y salud masivos, etc. Cuando estos avances en calidad de vida sean de dominio público y empiecen a modificar la percepción de Palmira que tenemos los palmiranos, podremos debatir seriamente sobre la imagen-identidad que deseamos proyectar al mundo. Mientras tanto, no podemos querer ser más de lo que somos.


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